Hagamos la prueba. Mientras paseamos por las principales calles y centros comerciales de cualquier ciudad, en cualquier país del mundo, detengámonos unos instantes y observamos a nuestro alrededor. De inmediato nos encontraremos con marcas que nos serán familiares, conocidas y fáciles de identificar. Muchas de ellas nos acompañarán en nuestro recorrido. Pueden ser empresas nacionales o internacionales, da igual, pero lo más relevante es que la mayor parte de ellas han adoptado la fórmula de la franquicia.
Es más, identifiquemos nuestras necesidades y cuando pensemos en ellas, pensaremos posiblemente en muchas de las marcas que ya conocemos. Todas ellas, y muchas más, suman miles de establecimientos en nuestro país y también en el exterior. Las encontraremos habitualmente en todas las poblaciones, en todos los emplazamientos y en todos aquellos lugares a los que solemos acudir.
Son marcas claramente reconocidas, pero lo más destacable y lo más significativo, es que todas estas empresas han iniciado su actividad, en algún momento no muy lejano, partiendo de muy poco. Todas ellas fueron en algún momento una pequeña o incluso muy pequeña empresa, en una fase inicial en la que un emprendedor hacía realidad su idea de negocio. Luego llegaría el momento de abrir un segundo local, un tercero, un cuarto… todos repitiendo las bases del éxito de aquel primer negocio. Porque el sistema de franquicia, a diferencia de otros modelos empresariales, se compone principalmente de una gran mayoría de pequeñas empresas en sus fases iniciales que, a través de la visión de sus creadores, la vocación de crecimiento empresarial, la especialización y el posterior liderazgo, consiguen crecimientos que no serían posibles en otros ámbitos de actividad.
Es posible que haya muchas personas a las que no les guste que todas las calles sean similares y que todas las zonas comerciales de las distintas ciudades sean cada vez más iguales, menos diferenciadas. A mí tampoco. Pero lo que sí queremos y deseamos todos cada vez más como usuarios y como clientes, son marcas reconocibles y productos y servicios previsibles en los que sepamos e intuyamos qué nivel de servicio y calidad nos vamos a encontrar. La franquicia sí que nos aporta todos estos valores de forma creciente. No es el único sistema, y compararla con la que tenemos hoy. ¿Cuántas marcas de las que consumimos son franquicias? ¿Cuántos de los productos y servicios de que disponemos operan en régimen de franquicia? ¿Cuántas son las empresas que en un corto periodo de tiempo se han consolidado como marcas punteras? Moda, restauración, mobiliario, agencias de viajes, inmobiliarias, tintorerías, alimentación, todo tipo de servicios, … y no dejaríamos de mencionar actividades, por no citar las múltiples empresas que además operan en cada sector.
En ningún caso queremos expresar que las empresas que operan bajo el régimen de franquicia sean mejores que las que no lo hacen. Lo que sí es evidente es que, en términos generales y salvo excepciones, logran crecer y expandirse con mayor rapidez consiguiendo al mismo tiempo más competitividad, en términos comparativos, que sus homólogos.
Definición del modelo de franquicia
Básicamente, la franquicia consiste en repetir una fórmula de éxito probado. Se trata de que una persona física o jurídica (el franquiciador) transmita a otra (el franquiciado) todo su conocimiento sobre un negocio que él mismo ha ideado, puesto en marcha, perfeccionado y desarrollado con éxito. Dicho con palabras más técnicas, la franquicia es un sistema de comercialización de productos y/o servicios y/o tecnologías basado en una colaboración estrecha entre empresas que, aunque jurídica y financieramente son distintas, están ligadas por un contrato.
Es esencialmente la reproducción de un éxito comercial en el que existe un acuerdo entre dos partes, en las que cada una aporta y recibe una serie de elementos para que el beneficio sea mutuo y que se recogen en un contrato.
El franquiciador aporta la experiencia de un negocio desarrollado, probado y experimentado con éxito donde, a cambio de determinadas contraprestaciones económicas, cede la explotación de su marca y de su negocio al franquiciado, transmitiéndole su saber hacer y facilitándole formación y asistencia continuada.
Franquiciar una empresa es una decisión que afecta conjuntamente la forma de entender el crecimiento empresarial, la visión de la organización y la filosofía de gestión.
Es aconsejable siempre ponerse en manos de empresas consultoras de franquicia reconocidas que nos aporten todas las garantías en el hecho de franquiciar nuestra empresa.
Eduardo Tormo
Tormo Franquicias Consulting